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Madrid. Jueves, 2 de junio de 2011, en una inusual tarde primaveral en esta la capital, a las 7:10h de la tarde, llegaba yo al Centro Cultural Paco Rabal. Iba a ver la 1º Exposición de esta plataforma: un grupo seleccionado de artistas plásticos con muy diversos estilos, temáticas y técnicas de trabajo. Una amalgama de inconexiones que difícilmente tenían sentido ser expuestas juntas. Sin embargo, la clave de sol de esta reunión se lanzaba ya desde la misma puerta: un saxofón me llamaba desde el piso de abajo. Al bajar descubrí que un grupo en vivo acompañaba en todo momento a la muestra y al visitante, dejando patente ya que la improvisación plástica que aquí se planteaba, tenía tanto sentido y armonía como una delirante pieza de jazz. Una vez en la sala, los propios artistas explicaban a través de una presentación en pantalla el por qué y el cuál de su trabajo, y como primer impacto encontré unas deliciosas esculturas que no sabría enmarcar ya que, bajo mi prisma, conjugaba unas estilizaciones de la figura un tanto grecorianas, con cierto parecido a la artesanía azteca, que daban como resultado una imagen poderosa, cuasi robótica y sin embargo, tranquila y romántica del personaje. Era el trabajo de Osorio. Talentyart en VIVOSeguí caminando, más curiosa que crítica, hasta que mis ojos se clavaron irremediablemente en una obra de azul amor, azul sensualidad, el frío azul que se tornaba caliente en un primer plano de un beso en el cuello que chorreaba pinceladas hacia el borde. Abrí bien los ojos ante María Rey. Y mientras yo estaba inmóvil, clavada, envidiosa de ese escurridizo momento, mi acompañante me advertía en la nuca: - date la vuelta, a mí me gustan estos. ¿Cómo no gustarte? Unos estilizados lienzos en las que la figura de la mujer se vislumbraba en cálidos colores, insinuante, curvilínea, fuerte y poderosa sobre el negro más negro que el silencio del universo desde el que las figuras emergían. Emergí por fin yo de la visión de las obras y salí al patio, en donde estaba en pleno a TalentyArt, rodeados de visitantes, amigos, ágapes, y músicos. Allí, en este apartado de complicidad y desenfado estaba Miguel, charlando y saludando… -Hey, Miguel- Abordé por la espalda, a traición. La que nunca traiciona es su sonrisa, siempre presente, esta vez orgulloso del trabajo realizado: - Ya bajando el nervio, tranquilos. Esta mañana preparando todo… Pero ha quedado bien, ¿no? -, Me interrogaba. - Ha quedado muy bien y yo me enamoré de María Rey- declaré a la primera de cambio. Con la promesa de encontrarla y presentármela, fuimos a tomar el refrigerio. Un par de cañas más tarde, conseguía encontrar a Conrado quien mientras estaba atento a todos los detalles del evento, atendía solícito al montón de gente que se acercaba a él. - Ver la obra desde la pantalla es siempre arriesgado. Te haces mucha idea pero hasta que no estás frente a ella no puedes hacer una valoración adecuada. Al final, estamos muy contentos con la selección-. Me comentó con un gran sentido auto-crítico y conocedor del arte. - Yo me enamoré de María Rey- Insistí. Tanta perseverancia obtuvo su recompensa. Pronto Conrado me presentaba a María Rey, mujer tremendamente jovial y risueña. El orgullo de ser mujer como inspiración para lo bello. ¿Y qué hay de la obra de María? Ella no sabe de dónde salen esas obras. Yo, después de ver sus chispeantes ojos azules, lo que no entiendo es que en ellos no haya reconocido de inmediato a la autora de ese beso, tan azul y tan beso. Llegó la hora de despedirme sintiendo que la plataforma TalentyArt ha hecho aparición con promesas cumplidas, ya que en ese espacio se reunieron las prometidas nuevas obras de arte y la posibilidad de ver, tocar y hablar con los talentos que las crean. Me despedí de los artistas, me despedí de TalentyArt, pero no fui sola a la salida: una voz negra, un incansable saxo, me acompañó hasta la puerta susurrándome por la espalda: -volverás.
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